Lo esencial es invisible a los ojos

Días de sol y de nostalgia. Sueños de chocolate que se derriten en la primavera tardía. Mi pecho desnudo apoyado en tu espalda. La arena de la playa, húmeda, bajo nuestros pies. Tus labios reposando en los míos. Solos entre la multitud. Días que se escurren como el humo de ese tren, antes de que cuente tres. Caricaturas del pasado oscuro que se asoman tras cualquier esquina traidora. Palabras que se esconden para no hacer daño. Risas y sonrisas. 

La cara iluminada de esa niña que está aprendiendo a leer. El rostro iluminado de esa mujer que cumplirá su sueño y será madre. 

Generaciones que se cruzan sin descanso, recordándonos a gritos que no somos más que un grano de arena en algo tan grande que no alcanzamos a comprenderlo. Que por muy importantes que nos creamos no somos nada, y a la vez lo somos todo si aprendemos a vivir sin miedo al fracaso. 

Son tiempos de cambio. Otra vez. Un nuevo escalón en una mudanza eterna en la que tu sitio debe seguirte allá donde estés. Sin más requisitos que saber que tu hogar eres tú mismo, que debes aprender a quererte para poder querer a los demás, que si no eres consciente de quién eres no puedes entregarte.

El zorro le dijo al Principito: "He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos". Y añadió: "Lo que hace importante a tu rosa es el tiempo que tú has perdido con ella".

Lo esencial es invisible a los ojos. Pero está ahí. Al alcance de la mano de quien se atreva a cerrar los ojos y a sentir. De quien quiera saltar al abismo cogido de mi mano sin preguntar qué hay más allá. De quien quiera volver a jugarse sus cartas al doble o nada. De quien sepa ver con el corazón todo lo que hay más allá de los muros construidos hace tiempo.

Son tiempos de cambio. Tiempos de chocolate. Tiempos de sonrisas compartidas. Tiempos de saber lo que se quiere y lo que no. Tiempos sin dudas. Tiempos de sueños y de viajes imaginados. Son buenos tiempos.