Un papel en blanco. Dibuja lo que quieras,
te dice. Coges el lápiz despacio, como si pudiese romperse en tu propia
fragilidad. Callas. Miras por la ventana. Llueve ligeramente, casi con timidez,
mientras el sol parece pelear al fondo, tras una montaña nevada, por intentar
asomar su rostro de fuego.
El papel en blanco vuelve a reclamarte. Lo
que quieras, te ha dicho. Pero no es sencillo. Es una elección importante. Nada
es casual, nada ocurre porque sí, y ese dibujo aún sin pergeñar puede ser una
respuesta. Lo que quieras. ¿Y qué es lo que quieres? Ojalá lo supieras, ojalá
lo vieras con tanta claridad como ese sueño que nunca olvidas y que acaba,
siempre, con tu cuerpo estrellado contra el suelo.
No se oye nada, sólo un silencio denso que
rozan el sonido ligero de tu respiración y del lápiz cortando el aire en un
giro sin sentido que diseñas cada pocos segundos. Te concentras. Apoyas el
lápiz en el papel. Parece reciclado, ligeramente rugoso. La mina por fin
contacta con la superficie que no es del todo blanca. Dibujas concentrado
durante 5 segundos y luego das un paso hacia atrás, como impulsado por un
resorte, para analizar tu dibujo.
Una línea recta. Una metáfora perfecta,
piensas. Sin complicaciones. Sin artilugios ni recovecos. Contundente en su
simplicidad. Sin principio ni final. Sin mentiras. Sin trucos. Sólo una línea.
Con el tamaño perfecto para admirarla pero no demasiado larga como para que
parezca pretenciosa. Un trazo contundente repasado dos veces.
¿Por qué una línea recta? No lo sé. Hace
unos años seguramente hubiese elegido un dibujo cerrado, lleno de curvas, de
ilusiones ópticas, de recovecos imposibles, de miradas escondidas. Pero hoy he
elegido la línea recta. La palabra hecha imagen. La esperanza de un futuro que
está por llegar. Un viaje a un paraíso por determinar.
¿Y yo? ¿Dónde estoy yo?, me preguntas
con voz triste. ¿Es que acaso te conformas con que sea una línea más, con que
nos unamos en algún punto indefinido por un tiempo limitado y que luego cada uno
siga su camino sin mirar atrás?
No has entendido nada, te respondo. No es
mi línea recta. Es una línea dibujada sobre otra. Es la nuestra. Sonríes. Me
abrazas. Nos besamos.