Ahora...


Huellas de pisadas sobre la arena. Certezas que se diluyen como azucarillos, ahogadas por el rumor de las olas. Vacío. Silencio. Nada. Futuro borroso, sueños por cumplir que regresan cada mañana a ocupar su lugar y huyen a medianoche, dejándome a solas con mis propias pesadillas. Sin certezas, sin asideros... sólo yo, y esta noche que me acompaña. La mecedora del mar me hace sitio y me deja, por fin, descansar. Me llama a su lado, vieja amiga, y me recuerda que siempre habrá un lugar al que volver, al que llegar, donde vivir. Porque cuando ya no queda nada es el momento de que empiece el todo.