La última página del calendario cae como una losa. Siento el tiempo escurriéndose entre mis dedos, cada mes, cada día, cada hora, cada segundo cuenta, como si fuese la reencarnación de Funes el Memorioso.
Es el peso de mi propia sombra, el grito en silencio que nadie responde.
Sueño que todo ha sido sólo un sueño, pero al final siempre despierto. Repaso el calendario y suspiro ante sus meses robados, que ya no volverán. Porque las cosas nunca vuelven. Porque el pasado se me antoja un país lejano que ya ni siquiera reconozco como patria. Y los días pasan, uno tras otro, sin descanso, mientras la caída de las hojas da paso al invierno ansioso. Es mi turno, gritan los vientos helados.
Hay años buenos, años malos y años extraños. Hay años que pasan, años que se viven y otros que, simplemente, se marchan. Hay años que huyen, y otros que nunca se van por mucho tiempo que pase. Hay años que se olvidan. Hay años que son una vida entera y años que no sirven para nada. Hay años que borran el pasado y otros que dibujan el futuro. Y hay años en los que pasa todo al mismo tiempo.
1 comentario:
Es curioso. Un año tan plagado de emociones y acontecimientos como 2011 se funde en mi memoria con 2010, como si no hubiera habido cambio de calendario, como si todo fuera el mismo año.
Me desconcierta esta sensación, porque es la primera vez (que yo recuerde) que me ocurre. Y más aún cuando 2011 ha estado plagado de referencias que marcar para siempre en la memoria: el 15 de mayo, el 19 de junio, el 15 de octubre, el 20 de noviembre...
Tal vez es que 2010 fue un año de espera, que me tiré aguardando que algo sucediera. Y ha habido que esperar hasta 2011 para que así sea.
Un fuerte abrazo, primo. Como siempre, tu prosa es una delicia.
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