En corazón de los españoles el mayor hueco está reservado a Iker Casillas, el portero que inundó el país de ilusión en la última Eurocopa. Junto a él comparten la lista de los más queridos otros cinco deportistas, los reyes y el príncipe, Zapatero y Rajoy, y artistas como Plácido Domingo, Montserrat Caballé, Concha Velasco, Manolo Escobar, Almodóvar y Belén Rueda. Completan la clasificación José Tomas, Ferrán Adriá... y el padre Vicente Ferrer, que se asoma en el puesto 19.

Es decir. Que los españoles valoramos más a futbolistas millonarios, a reyes y príncipes nombrados a dedo por 'la gracia de Dios', a actores, cantantes y hasta a políticos (no se puede caer más bajo). Y tras ellos dejamos a Vicente Ferrer, un hombre que ha dedicado su vida a ayudar a los más desfavorecidos; que se ha sacrificado por los demás hasta lo indecible; y cuyo único sueño es acabar con las desigualdades que, cada día más, se producen en el mundo.
Pero claro. ¿Qué es todo eso comparado con un hombre que cada verano no saluda con cariño desde el yate que nosotros mismos pagamos? ¿O con esos deportistas que trabajan sin descanso tres o cuatro horas diarias a cambio de apenas 6 ó 7 millones de euros al año? ¡Qué pena de país!