Censura en el país de los muertos

Las malas noticias proliferan. Será por el frío. Será porque la Gripe A no hace lo que de ella se espera (aparte de generar muchos beneficios a determinadas empresas). Será porque el otoño, por fin, decidió ocupar su lugar en el mundo. Y en este país nuestro, en apenas una semana, por desgracia, habremos olvidado la figura centenaria e inmortal de Francisco Ayala. Y el trabajo, que ahí queda para siempre, de José Luis López Vázquez.

Y es normal. Supongo. Porque, claro, es mucho más importante que sepamos qué ocurre dentro de la finca de un torero cateto que se hizo famoso porque las mujeres le tiraban bragas en el ruedo. Porque, claro, es vital que nunca olvidemos el acento pijo hasta el ridículo de un tal Ricardo Costa. Y claro, es normal, tenemos que estar atentos a todos esos asquerosos casos de corrupción que un día sí y otro también nos hacen desayunar con una arcada contenida.

Pero lo que me tiene impresionado estos días es que esos mismos que viven de la burocracia, que viven de lo que NOSOTROS les pagamos, ha decidido que la película Saw VI debe ser calificada como 'X' por su extrema violencia. Eso supone que sólo se podría ver esa película en los escasos cines porno que aún subsisten en este país todavía llamado España.



Y me llama la atención esa decisión hipócrita porque se ha producido:

--en un país donde más del 30% de la población se descarga contenidos ilícitos de internet, incluida esa película y gran cantidad de porno;





--en un país en el que se vende sin ningún control un juego de ordenador en el que se pueden contratar los servicios de una prostituta y luego matarla para robarle el dinero (GTA);



--en un país en el que los telediarios comercian con la miseria en imágenes (recuerdo a Irene Villa, recuerdo el 11-M y también el 11-S, y tantos muertos cuyo rostro ha aparecido en la pantalla sin más sentido que el morbo);

--en este país donde emiten cada día en horario infantil una serie (que por cierto me encanta) en la que un perro que habla intenta acostarse con su dueña;

--y en ese mismo horario aparecen pseudoperiodistas que rozan los límites entre la inteligencia humana y la de los monos hablando y gritando de cosas que ni entiendo;

--un país en el que una de las series de éxito presentaba un héroe que se dedicaba al tráfico de drogas y mataba, entre otros, a su propio hermano y al de su novia... pero, eso sí, estaba muy bueno.

En fin. Que al menos siempre nos quedarán las novelas de Francisco Ayala, la poesía de Pedro Salinas, los relatos de Borges, la prosa de García Márquez... porque la simple realidad, en demasiadas ocasiones, simplemente da asco.

PD. Me encantaría ver una entrevista al señor /a que ha tomado esta decisión, aunque sólo sea para verle la cara. Porque hay que ser imbécil a estas alturas...

3 comentarios:

Los viajes que no hice dijo...

Y Lévi-Strauss, que también se murió.

Con respecto a lo otro que cuentas, me quedo con las palabras de Juan Carlos Mestre cuando le pregunté qué le pasaba a la gente que decía que la poesía no se entendía. Y me respondió: "Bueno, yo el 90 por ciento de las cosas que pasan no las entiendo. Ni yo ni nadie"...

independent dijo...

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