¿Puede que la suma de todos tus errores sea el mayor de tus éxitos? ¿Que todas y cada una de tus decisiones equivocadas te hayan conducido justo hasta donde quieres estar? Ironías del destino.
Ahora, hoy, después de tanto tiempo, tengo claro que la única felicidad real es la que se sirve en tarros muy pequeños. Está en ese atardecer en una playa portuguesa. En ese baile en el metro de Viena. En la cara de esa niña que escucha su cuento por primera vez. En esos cuerpos enredados. En ese paseo por la arena. En ese vagar sin rumbo por París. En esas confidencias frente a un vaso de cerveza. En esas sonrisas sinceras. En el próximo viaje que planeas.
Cada uno tiene su propia colección de tarritos en una estantería de su memoria. Y cuando hace mucho tiempo que no añade un tarrito nuevo, es infeliz, es triste... como una caja vacía que espera a ser llenada.
Pero no todo el mundo lo ha comprendido aún. Hay quien busca y nunca encuentra. Quien piensa que el problema está en el cuándo o el dónde, sin entender que las cosas son mucho más simples. Hay quien busca sin saber bien el qué y quien encuentra sin buscar nada. Hay quien sueña, y quien hace sus sueños realidad. Quien nunca alcanza y quien siempre parece llegar a tiempo.
Hoy, sin saber por qué, siento la arena de aquella playa portuguesa enredada entre mis manos, revivo aquel atardecer y recupero, aunque sea sólo por un momento, ese tarrito de felicidad. Y sólo por eso hoy será otro de esos días en los que todo habrá merecido la pena.
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